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Sevilla FC... 100 Años De Pasión

En este blog se hablará principal y esencialmente del Sevilla FC, aunque en cualquier momento puedo salir por peteneras con lo más inverosimil, según me lo pida el cuerpo claro está. Si vas a opinar en algún artículo, no insultes ¿vale?, primero porque no publicaré el comentario y segundo porque, seguramente, te mande a...

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Lugar: Sevilla, Sevilla, Spain

22 mayo 2006

Recuerdos

Tenía que llegar de nuevo el día en que la sangre me volviera a regar por lo dedos de mis manos. La misma sangre roja que, llena de oxígeno tomado de los aires holandeses, no ha hecho otra cosa en todos estos días que suministrar vida al lóbulo cerebral que esconde con exceso de celo el recuerdo de unas vivencias a 2200 kilómetros de distancia de la ciudad en la que tengo el orgullo de vivir y de sentir en todas sus formas, SEVILLA.

Estos mismos dedos de mis manos, más involucrados días atrás en perpetuar el sueño uefero en forma de pellizcos sobre mi cara que en plasmar experiencias sobre el papel han empezado a producirme un picor especial en forma de vocabulario para decirme que ya va siendo hora, que el sueño ha dejado de ser tal y que hay que contar lo que se tiene dentro.

Y es entonces cuando me viene a la memoria aquel 1 de Septiembre de 2005. Ya no estaba Joaquín Caparrós en el banquillo de Nervión. Lo cambió al término de su contrato por el del Deportivo de la Coruña y el Sevilla FC suplió su baja con el otrora técnico del eterno rival Juande Ramos. Se acababa de ir Sergio Ramos del Sevilla FC con destino a la Galaxia Blanca para sumar una nueva baja al club sevillano tras la venta de Julio Baptista, días antes, al mismo club. El mejor técnico de la historia reciente sevillista, la mayor esperanza de la saga rojiblanca y el mayor goleador de los últimos tiempos ya no estaban en el club. Por el contrario, habían arribado a Nervión nombres como Kanouté, Maresca, Palop, Luis Fabiano y Dragutinovic. La prensa no dejaba pasar la oportunidad de machacar al Sevilla FC argumentando que lo que había llegado no llegaba a suplir lo que se marchó. Que si Kanouté promediaba 8 goles por año y Luis Fabiano en Europa no se había encontrado con el juego que practicaba en Brasil, en contraposición con los 25 goles por año que promediaba el vendido Julio Baptista; que si Maresca era un trotamundos que iba de cesión en cesión por parte de la Juventus de Turín sin llegar a romper en ningún lado; que si Palop venía de vuelta de todo y su motivación no era más que la económica; que si Dragutinovic fue fichado deprisa y corriendo horas antes de aquel último día de traspasos en el que Sergio Ramos decidió convertirse en proscrito por el Pizjuán; que si Juande Ramos no le iba a dar a este equipo la garra que caracterizaba al juego de Caparrós…

Me da un salto la memoria. Ahora estoy en un 10 de Mayo de 2006. Son las 6:30 de la mañana y estoy aparcando mi coche en las proximidades del Estadio Ramón Sánchez Pizjuán. He quedado allí para partir hacia el Aeropuerto de San Pablo, desde cuya pista se puede leer un cartel que pone “SEVILLA”. Polo rojo, pantalón vaquero, bufanda al cuello, documentación, dinero, billete de avión y una entrada de fútbol; en ella se puede leer sobre su parte superior “EINDHOVEN 2006 PSV STADION May 10,2006 20:45 hrs”. En su parte inferior, sobre el código de barras, se lee “SUPPORTER FC SEVILLA”.

Retrocedo ahora en el tiempo. Estoy en el 14 de Octubre de 2005. Hoy mi club cumple 100 años. Bendito e inolvidable Centenario para los sevillistas. El recuerdo de aquellos que nos dieron el primer empujón hacia el sentimiento blanco y rojo es inevitable. Aún me veo con mi abuelo Pepe, en aquel salón de un piso del Parque Miraflores, donde un plato giradiscos marca Thomson que contenía también reproductor de casetes y radio AM-FM se convertía en el nexo entre el amor de aquella sala y el del profesado a aquel equipo que se disponía a jugar un partido fuera del Ramón Sánchez Pizjuán. Nos sentábamos mi abuelo y yo en un sofá que era coronado por un lienzo de plata del que emergía labrado el torso y la cara, ¡¡que cara!!, de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena. Un lienzo de plata… de plata.

Pero vuelvo a irme al 10 de Mayo de 2006. Ahora son las 13:00 horas. Recién acabo de aterrizar en Eindhoven, si, ese nombre que pone en la entrada que llevo en el bolsillo y me encuentro en una plaza donde el sevillismo no es que se vea, es que se puede tocar. La alegría es desmesurada, los cánticos imparables, la demostración de sevillanía incontestable. Parece como si estuviéramos en el Nervión Plaza un día de partido pero con una sobredosis de ilusión como no se ha sentido jamás. El reencuentro con sevillistas que hemos ido dejando en los cruces del camino que nos depara la vida es inevitable. Allí somos todos los que estamos, aunque por desgracia no podemos estar todos los que somos.

Pero me voy de nuevo atrás en el tiempo, exactamente a un 19 de Noviembre de 2005. Ese día se jugaba el derbi de los derbis en la capital de Andalucía, el Sevilla-Betis. El Sevilla FC venía de una mini concentración en Ronda, y un gran grupo de sevillistas tuvimos la idea de esperar al autobús del equipo en la rotonda de la entrada de Utrera, para formar tras nuestros jugadores una Marea Carmesí que empezara a empujarlos a la victoria desde primerísima hora de la mañana. Desde Utrera hasta el Ramón Sánchez Pizjuán se pudo ver como decenas de vehículos escoltaban a los nuestros con banderas y bufandas al viento, llenando de color pasional inconfundible las calles de la ciudad que le presta su nombre a mi pasión deportiva. Mientras esto ocurría, otro grupo de sevillistas cumplían el sueño de la Giralda y la vestían de Carmesí con la complicidad del Giraldillo, que lucía sonrisa orgullosa y quien, en medio de un ataque de sevillismo incontrolable, reclamaba para sí una bufanda que llevarse al cuello. Por supuesto que el partido se ganó, uno a cero, con nueve hombres de blanco sobre el césped contra once de unos de verde que no les llegaban en coraje, en fútbol y en ganas a los nuestros ni a la suela de las botas.

Pero ¿ahora donde estoy? Me encuentro dentro de un estadio de fútbol en el que es la primera vez que entro. La mitad del estadio canta como se canta en el Ramón Sánchez Pizjuán, pero a la otra mitad no la entiendo. Ahora salen unos niños vestidos del color de la paz con unos globos blancos y naranjas. Si, no hay duda, estoy presenciando el espectáculo previo a algo grande. Veo la entrada que se asoma por el bolsillo del pantalón y la tomo. En ella puedo observar en su esquina superior izquierda el dibujo de una Copa, preciosa, y bajo ella unas palabras; “UEFA CUP FINAL”. Si señor, ahora sí. Empiezo a darme cuenta de donde estoy. Empiezo a darme cuenta de qué significa toda esa parafernalia que se está montando sobre el tapiz de juego y empiezan a trabajar los lagrimales de mis ojos al mismo ritmo que se suceden los flashes en mi memoria de lo pasado, el presente y de lo que quiero que sea el futuro. Flashes de esos momentos buenos y malos que han forjado mi condición de sevillista y que han hecho que yo sea uno de los 9000 afortunados que nos podemos dar cita en los asientos de ese estadio, ese día y a esa hora. Si, ahora sé qué hago en este estadio. He venido a empujar a mi equipo junto a otros tantos miles que sienten lo mismo que yo para que entre los de la grada y los que van a saltar al campo nos llevemos para Sevilla esa Copa de quince kilos de plata, otra vez la plata, que acaban de poner frente a la salida del túnel de vestuarios y que es el objetivo de todas y cada una de las miradas, de todas y cada una de las cámaras de fotos y de todas y cada una de las cámaras de televisión que, para 1400 millones de personas, están transmitiendo uno de los grandes eventos deportivos mundiales de cada año.

Y mi mente se vuelve loca, y se acuerda de personas que realizaban pocos días atrás comentarios hablados y escritos en contra de mi Sevilla mientras veo a esos mismos personajes haciéndose fotos, hoy, en este mismo estadio, como si las palabras se las hubiese llevado el viento; y veo, a quien dijo desde Madrid que el Sevilla FC era un equipo muy sucio y que tenía en sus filas a mulos y asesinos, cómo se deja las cuerdas vocales en la apasionada transmisión a nivel nacional que está haciendo del partido. Y llega el minuto 27 para que Luis Fabiano, el inadaptado ¿recuerdan?, abra la lata con un gol. Y el delirio se adueña de la zona sevillana del estadio holandés. Y parece increíble después de todo el día que se pueda cantar GOL con tantas ganas. Que digo tantas, con todas las ganas del mundo, como si fuese el primero y el último que se canta en la vida. Y continúa el partido, termina el primer tiempo y miro hacia los altos del Philips Stadion de Eindhoven para ver si están allí los “abonados” del Tercer Anillo de la Fábrica de Sueños de Nervión; si que están si ¡¡no van a estar!!; y hablando con uno de ellos, sin darme cuenta, empieza la segunda parte, y la grada sigue animando como si fuéramos por debajo en el marcador, pero no es así, vamos ganando tanto en las gradas como en el campo, porque parece que estamos solos, porque los ingleses no se ven por ningún lado y mucho menos cuando Maresca, el trotamundos ¿recuerdan?, espera a que llegue el minuto 78 para poner el segundo en el videomarcador bajo el escudo del Sevilla FC y las lágrimas esta vez indican que sí, que la Copa se viene en el avión de vuelta para Sevilla. La voz se me rompe aún más en cada conversación telefónica de cada una de las llamadas que empiezan a llegarme desde Sevilla gritándome que ya está todo hecho, que ya somos campeones. Más de una de estas llamadas las tengo que cortar porque soy incapaz de articular palabra. Y los flashes memoriales se suceden y cada uno de ellos lleva su nombre propio grabado en cada una de las lágrimas que me recorren la mejilla, pero no he acabado de secarme la última gota que sale de mis ojos cuando en el minuto 84 de nuevo Maresca, el trotamundos ¿recuerdan?, hace su segundo gol para poner el tercero en la cuenta del Sevilla FC. Ya no se puede llorar más ni dar más abrazos a personas que seguramente jamás volveré a abrazar en mi vida ¿o quizá si?... La pregunta se queda sin contestar porque llega el cuarto gol del Sevilla FC que marca Kanouté, el de los ocho goles por temporada ¿recuerdan?, en el minuto 89 de partido para certificar una victoria grande, inmensa, en el debut como finalista en una competición internacional del Sevilla FC, en la temporada de su Centenario. ¡¡Que grande!!

Aquella Copa de quince kilos de plata, bendita plata, que se quedaba en medio de la salida de los jugadores de ambos equipos al campo ya tenía dueño. Sólo quedaba levantarla. Y el encargado de hacerlo no era otro que ese jugador defenestrado por la prensa nacional que responde al nombre de Javi Navarro, CAPITÁN del Sevilla FC desde la marcha en el mes de Enero de 2006 del ya eterno GRAN CAPITÁN de la nave blanca, Don Pablo Alfaro Armengot. Y a fe que la levantó, con una mezcla de satisfacción, alegría y rabia en el gesto de su cara, la cara de todos y cada uno de los sevillistas del planeta en ese momento. Esas celebraciones que tanto había visto y envidiado como espectador delante de un aparato de televisión en mi casa la estaba viviendo en directo, en persona, en el estadio donde se disputaba el encuentro y con mi equipo mostrando al mundo que el que la sigue, la consigue. Esta vez eran otros los que miraban y sentían envidia sana.

Ya estoy en Sevilla, es Jueves 11 de Mayo de 2006, son las 15:30 horas y me acabo de levantar de la cama. Me voy al lavabo a lavarme la cara y al terminar, me voy al cuarto del ordenador a ver si están allí mi bufanda llena de mostaza de la hamburguesa que me comí al entrar en el Philips Stadion, la entrada,… en definitiva, cualquier prueba que me convenza de que lo vivido a sido real y no un sueño. Si, es real, totalmente real, y me lo termino de creer cuando me llaman por teléfono para ir a ver al equipo lucir su gesta por las calles sevillanas. La capital fue tomada en su totalidad por los seguidores del mejor fútbol del extremo sur de Europa. La ciudad que le presta el nombre a mi club para lucirlo por el mundo fue reconquistada pocos meses después de caer en manos de los infieles. El espíritu luchador de San Fernando se alió con la Causa Carmesí para no dejar resquicio a la duda sobre la inclinación deportiva del Patrón de la Ciudad que en tantas y tantas veces se ha puesto en duda.

Después de todo esto, las victorias en Liga sobre el Barça por tres a dos el Sábado día 13 y sobre el Real Madrid por cuatro a tres el Martes día 16 quedan como datos históricos que engrandecen las palabras de Don José María del Nido Benavente cuando tuvo a bien predecir que “…el Sevilla FC tendrá en la temporada de su Centenario el mejor equipo de los últimos tiempos…” Dicho y hecho presidente, dicho y hecho.

El sueño ha llegado a un punto y seguido. Continuará el 25 de Agosto de 2006 en Mónaco, contra el FC Barcelona, proclamado campeón de la Champions League y contra el que tenemos que jugarnos el que podría ser segundo cetro europeo del Sevilla FC en su historia, la Supercopa de Europa.

Mientras tanto, yo me vuelvo de nuevo a Eindhoven...