La "Fábrica de Sueños"

Ayer tarde no pude cantar los goles saltando, como todo el mundo. Aunque no cambio mi celebración por la de ninguna de las 40,000 personas que había en mi estadio.

Ayer tarde, tras el primer gol de la Real Sociedad, se me quedó dormido mi niño en los brazos. Cumple cuatro añitos en Febrero. El cansancio pudo con él. Cine por la mañana, Play-Place del McDonald´s al salir, castillo hinchable de los Simpsons y camas elásticas tras la inauguración de la Calle Sevilla FC y del Mural de Ben Yessef hicieron que Morfeo jugara con él hasta terminar el encuentro.

No podía animar como siempre, no podía tocar palmas, no podía gritar en contra de las jugadas de ataque del equipo rival. Pero al final me dio igual. Es mas, lo preferí.

Cuando marcó el Sevilla el primer gol, grito y mirada rápida al niño, no fuera que lo despertase. Ni se inmutó. Mientras todo el mundo saltaba, yo miraba la cara de mi hijo, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Lo besé y seguí viendo el partido.

Cuando el Sevilla FC marcó el gol del empate, lo mismo que el gol anterior. Los amigos me daban toquecitos en la espalda de alegría, celebrándolo, mientras yo hacia lo mismo con mi hijo con un abrazo en el que le trasmitía todo el gozo que me generaba lo que estaba viviendo en esos momentos en el estadio. A mi hijo no le entraba la alegría sevillistas por los ojos, la respiraba.

Y entonces empecé a mirar al pequeño, y me di cuenta que estábamos soñando los dos. El dormido, yo despierto. Cada uno en un mundo diferente, pero juntos.

En ese momento vi que el Ramón Sánchez Pizjuán era una auténtica “Fábrica de Sueños”. En todos los sentidos. Para todas las edades.

Esa misma “Fábrica de Sueños” a la que me llevaba mi padre de pequeño y que, porque no, pudo vivir conmigo lo que yo me di cuenta que estaba viviendo en esos escasos 15 minutos con mi hijo.

Esa misma “Fábrica de Sueños” que me mostró, mucho antes de que me tocara vivirlo, lo que significaba la palabra “AMOR”; dar sin esperar nada a cambio.

Pero ayer la palabra “AMOR” cambió por unos instantes su significado. Y sí dio algo a cambio. Dio la alegría más grande vivida en la “Bombonera” desde hace mucho.

Gol, de Kepa, el tercero, el que daba la victoria. El que hacia realidad el sueño.

La alegría desbordada, la pasión por un escudo, la fe en unos jugadores, el amor por este club, mis sueños; todo, absolutamente todo se lo regalé a mi hijo en un abrazo desmedido. Como si estuviéramos en todo el estadio él y yo solos.

El niño seguía dormido, soñando. Yo, despierto, no quería que mi sueño terminara.

Pero terminó. Felizmente, el partido terminó.

Había que despertar al león. Me miró y sonrió, tal vez en un acto reflejo copiando la expresión de mi cara.

-Papá, ¿ya nos vamos? – Si hijo, nos vamos para casa
-¿Cómo ha quedado el partido? – Hemos ganado, 3-2, y te has perdido los goles por dormilón.
-Es que estaba muy cansado. Pero ya podemos ir otra vez a las camas elásticas, porque he dormido mucho ¿me llevas? – Pues claro que te llevo, pero yo entro contigo a dar saltos, que no tengo ganas ahora de separarme de ti.
-Papá, estas loco, jajajajaja. Eso sólo es para niños, jajajajajaja. Venga, llévame a las camas elásticas de una vez, que después mamá dice que llegamos tarde…