En defensa de las tradiciones

Si damos un paseo por el mundo a través de la pantalla de un televisor o de un ordenador personal conectado a la red de redes, podremos observar como en cualquier película de cine, serie televisiva, comic, tiendas de juguetes o de complementos, etc., la figura de Papa Noel es siempre la misma: gorro, casaca y pantalón de colores ROJO y BLANCO.

No existe otro. Sólo hay uno, original claro está. Porque por descontado que se puede ejercer la opción de fabricar una burda copia, con otras formas, ropajes y por supuesto colores, pero se estaría engañando al cliente.

Aunque si el engaño se realiza desde un punto de la ciudad de Sevilla en el que su ocupación favorita es la de maquillar fechas de fundación, mala gestión económica y deportiva, las cuentas de Hacienda, mal trato a sus futbolistas (pasados y presentes), las comparaciones con el primer club de la ciudad, la actual situación clasificatoria en liga…, ¿Por qué no maquillar a Papa Noel como les venga en gana?.

Lo que pasa es que no cuela. Las personas gustan de guardar las tradiciones. ¿Qué que es eso de la tradición?, pues por ejemplo aquello que hizo que estos maquilladores a los que nos referimos dejaran de presentarse para jugar el trofeo Ciudad de Sevilla, o que retiraran su apoyo a la embarcación que los representaba en una regata sevillana con tanta solera como pueda tener la mismísima Oxford-Cambridge inglesa, o la misma que hizo que el jefe de maquillaje perdiera los papeles (no, los de Hacienda no, otros) y empezara a decir una sandez tras otra en medios locales y nacionales de radiodifusión semanas antes de un derbi… Eso y mucho más (no tengo ganas de aburrir) es la tradición.
Tradicionalmente, Papa Noel ha sido y será rojo y blanco, pero ¿y los Reyes Magos de Oriente?. A mi me enseñaron desde muy pequeño en casa y en el colegio que eran tres, pero después de ver lo que he visto he entrado en duda.

Resulta que me llama un amigo, bético (afortunadamente la afición está a años luz de la directiva), y me dice “¡ mira como nos comemos a los Reyes Magos. Pon la tele ¡”. En un programa maquillador, con un fondo con mas mal color que la cara del personaje que lo sustenta económicamente (leer bien entre líneas y no aventurarse a dar nombres) me encuentro un presentador con un gorro navideño con colores equivocados a propósito, que pide que se manden mensajes por móvil a “Melchor o Gaspar o Pack”.

Pack ¿Quién es ese? Me falta Baltasar, vamos creo yo, que igual estoy equivocado, pero “pack”... Esto es “pack” comer cerillas y no parar hasta que se enciendan dentro y te brillen los ojos. Ahora resulta que andan boicoteando a Baltasar. Increíble, esperpéntico, inaudito, tremendo y cuantos adjetivos quiera ponerle cada cual.

No creo yo que piensen en el lado oscuro de la ciudad que el Rey Baltasar de este año 2006 va a ser tan rastrero, oportunista, desvergonzado y corto de mente como para intentar llevar a su terreno sentimental-deportivo la ilusión de los niños sevillanos que se encuentran en las calles de Sevilla para disfrutar del probablemente día mas esperado del año por cada uno de ellos. No quiero pensar que estén tan obcecados los del mencionado lado oscuro como para que estén esperando ver caer de una Carroza Real caramelos envueltos en papeles (que no, esos que demuestran de donde se ingresan “cuarenta y dos mil ciento millones de pesetas” para gastar en fichajes tampoco, otros) con el escudo del Sevilla FC. Eso sería una tropelía exacerbada, indigna de cualquier ciudadano que tuviera el orgullo de arrojar miles de toneladas de ilusión por las calles de nuestra ciudad en ese día tan especial. La sevillanía no se aprende señores maquilladores, se lleva en la sangre, y esa es la que manda en actos sociales del calibre del que estamos hablando. El que no sepa distinguir entre sevillanía y sevillismo, que acuda a la Cabalgata de Reyes 2006 y lo compruebe. O que vaya al psicólogo a tratarse las neuras.

Pues bien, ya hemos quedado en que Papa Noel viste de Rojo y Blanco y que los Reyes Magos de Oriente son tres: Melchor, Gaspar y Baltasar. Hasta aquí, todo arreglado ¿no?. No vaya a ser que a estas alturas aparezca alguno con cualquiera sabe que malintencionados y manipulados papeles (que no hombre, que los del trozo de plano del estadio que falta no, otros) y volvamos otra vez al principio.

Lo único que espero es que no aparezcan mas maltratadores de la historia que la emprendan ahora con el próximo personaje popular que tiene que llegar a nuestra sin par ciudad; San Valentín. Si yo fuera él, traería junto con el arco y las flechas del amor el Libro de Familia, por si acaso.